jueves, 4 de octubre de 2012

ALLÍ DONDE NUNCA FUI



















   Es una mañana bastante fría. Son los primeros días del mes de diciembre y las puertas del invierno ya se adivinan entreabiertas. Cada año pensamos que es el más frío. En nuestra memoria ha quedado camuflado el recuerdo de otros  años.
    Para Elena, el recuerdo queda tan lejano que es casi inexistente, pero su actitud no es la de lamentarse por estar helada, al contrario. Siente que el aire gélido que atenaza su cara le está abriendo la puerta de unas sensaciones casi desconocidas para ella.
    Al mismo tiempo, la ausencia de nubes hace que el sol, que en esa época del año tiene un tono casi descolorido, nos resulte tan reconfortante. Sin embargo para Elena, resulta casi molesta esa blancura. Tiene que comprarse unas gafas de sol cuanto antes. Sus pupilas no están acostumbradas a soportar esa luminosidad. No obstante no recordaba que fuese tan gratificante recibir las inclemencias del tiempo. Todas las sensaciones que la envuelven se pueden  resumir en una sola palabra: LIBERTAD.
   Quedan unos veinte días escasos para que termine el siglo XX. Para el resto de los mortales esto representa una serie de cambios que hasta resultan un tanto vertiginosos. Se cuestiona que los sistemas informáticos puedan soportar el efecto de un cambio de dígitos. Nadie se atreve a pronosticar una seguridad en cuanto a la fiabilidad del sistema y se respira una inquietante expectación.
   A Elena la envuelve un halo de ignorancia que a la vez que la desconcierta, la protege. La verdad es que no entiende nada de nada, pero al mismo tiempo se deja arrastrar por esa sensación de vértigo que supone el dar un gran salto hacia delante. No sabe hacia dónde va, pero sí que está completamente segura de dónde quiere alejarse. Lo que quiere dejar atrás. El cambio de siglo ha tomado la forma de un gran trampolín que la va a ayudar.                                             Frente a los veinte días que hay por delante hasta alcanzar el siglo XXI, quedan más de veinte años por detrás en los que su vida ha permanecido dentro de una especie de cápsula, burbuja o caparazón, donde  toda la protección que había sentido en los primeros años, se había convertido poco a poco en una opresión que en los últimos meses le impedía hasta respirar.
    Ha permanecido más de la mitad de su vida en un convento de clausura.
   Al mismo tiempo que unos pasos le llevan camino de la estación, otros pasos  recorren la trayectoria que había seguido su vida en esos más de veinte años. Todavía siente la necesidad de comprender todo lo que le ha pasado.
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   Siempre había intentado analizar la razón por la que había decidido ingresar en el convento. Se supone que era la vocación lo que le había llevado allí. Al menos eso es lo que a ella le hubiese gustado creer. Al principio no dudaba de que  era ese el motivo, pero conforme fue madurando, se comparaba con las otras hermanas y cuando escuchaba los argumentos que exponían, se daba cuenta de que algo le faltaba a ella. Era como si su fuerza fuese inferior.
    Siempre recordaba el día que atravesó la puerta para quedarse. Tuvo tal sensación de paz y cobijo que apartó de su mente cualquier recuerdo que le hiciese añorar la vida en el exterior. Se sentía protegida de la tentación de poder desear algo, aunque en realidad ni tan siquiera sabía qué le podría hacer caer en el pecado. Había sido educada en un ambiente muy estricto, siempre con el temor del castigo y con la opresión pululando ante cualquier acto que supusiera un momento de diversión. Era complicado desenvolverse ante situaciones tentadoras, por lo tanto era mucho más sencillo aislarse del mundo. Entre aquellas paredes estaba a salvo de los avatares de la vida. Se sentía protegida y feliz. No necesitaba cuestionarse una vocación. Simplemente se dejaba llevar.
   Se despidió de su nombre para adoptar el de sor Camelia.
   Por su carácter amable enseguida hizo buenas migas con las otras novicias que tenían más o menos, su edad. Había una hermana ya bastante mayor, sor Sagrario, que se dedicaba a hacer los dulces que gozaban de muy buena fama y que eran una fuente importante de ingresos para la congregación. Estaba empeñada en que sor Camelia aprendiese el oficio, pues ya se sentía algo mayor y quería encontrar una sustituta para  que tuviese continuidad esta actividad. Pero el arte de la repostería no era precisamente una cualidad de la nueva aprendiza. En más de una ocasión había combinado algunos ingredientes cuyo resultado no se parecía en nada a las delicias que tan buena fama le habían dado al convento. Era una buena ayudante en la cocina, pero nada más.
   Por otra parte, estaba el taller de costura y bordados. Allí se hacían verdaderas filigranas. Todos los días dedicaban un par de horas al aprendizaje de estas labores que también gozaban de un gran prestigio. Ella hacía lo que podía pero tampoco era algo en lo que volcase todo su ingenio.
   La jardinería y las manualidades eran actividades en las que también se sentía muy a gusto, pero en ninguna de ella destacaba como para plantearse llegar a ser especialista o encargada de alguna de estas secciones.
  Todos estos quehaceres se llevaban a cabo en el más profundo recogimiento pues es una característica de estos conventos cobijarse en el silencio.
  A las muchas horas que dedicaban a rezar, le seguían otros momentos en que la meditación y la vida interior adquirían un papel importante.
   Sor Camelia, entre sus pensamientos, se encontraba de vez en cuando con alguna frase que tenía que escribir antes de que se le olvidara. Poco a poco fue hilvanando palabras y moldeándolas sutilmente. En ellas encontró una forma de llegar a estar más cerca de ese sentimiento espiritual del que hacían alarde las otras hermanas cuando ensalzaban su vocación. Fue un gran descubrimiento para ella sentirse tocada por la magia de la poesía. Y un gran privilegio poder dirigirse a Dios a través de esos versos que le hacían sentirse llena de fe y de amor.
   No pudo ocultar por mucho tiempo esta nueva afición. Los comentarios de las demás hermanas llegaron a oídos de la madre Superiora que estuvo encantada cuando leyó aquellos dulces poemas  tan espirituales. En poco tiempo se convirtió en la encargada oficial de seleccionar los cánticos para las misas e incluso de componer nuevas letras para adaptarlas a los distintos eventos que se hacían en la celebración de los actos religiosos. A veces, sus poemas eran auténticas plegarias que invitaban a rezar. Nuestra hermana había encontrado su lugar: un espacio en el que se sentía tan realizada, que a veces tenía miedo de que se terminase aquella magia.
   Pero no se agotaba esa fuente que había surgido en su interior y así fue transcurriendo el tiempo. Fueron unos años muy placenteros. Por fin, se había  encontrado a sí misma.
   Y envuelta en el afianzamiento de su fe, tomó los hábitos.
   Cada vez necesitaba expandirse más y poco a poco recorría otros ámbitos. Era reconfortante descubrir que podía comunicarse con las flores, con los pájaros, con las nubes a través de las palabras. Aunque a veces se sorprendía escribiendo alguna estrofa que en seguida se apresuraba a destruir.
   Pero fue descubriendo algo más. Podía avanzar más. Al principio sintió algo de vértigo pero era imposible detener esa inercia. Sus sentimientos brotaban como un manantial candoroso pero poco a poco fueron tomando fuerza, emanando a borbotones.
   Al mismo tiempo que se sentía embriagada, afloró en ella el sentimiento de culpabilidad y el temor de que llegasen a manos de la madre Superiora aquellos retazos de sus más profundas sensaciones. ¿De dónde sacaba aquellos sentimientos tan desconocidos para ella?. Eran auténticos poemas de amor. Y no precisamente de carácter  espiritual. Pero, ¿qué sabía ella de esa clase de amor?
   Se sentía bastante perdida, pues no acertaba a comprender cómo podía sentir aquellas emociones y de dónde surgían. Temía descubrir que existía un vacío en lo más profundo de su alma, pero ¿por qué después de tantos años?. Habría sido más lógico tener esos sentimientos cuando era una veinteañera, pero después de los cuarenta… ¿tenía sentido lo que le estaba ocurriendo?.
   La paz y el sosiego que había sentido durante tantos años se iban desvaneciendo poco a poco. De vez en cuando su salud se resentía y pasaba temporadas sumida en una depresión que llegaba a preocupar  a la madre Superiora, que la animaba para que siguiese escribiendo.
   Y lo hacía, ¡vaya que lo hacía!. En sus largas noches de insomnio, memorizaba versos que a la mañana siguiente se apresuraba a escribir y así fue completando un poemario al que tituló: ALLÍ DONDE NUNCA FUÍ :

                               El claro de luna besa
                                 tu silueta plateada,
                             quién fuese labios de luz
                           para acariciar tu estampa.
                               Notar la piel erizada
                            tan solo por tu presencia
                            y ese fuego en la mirada
                        que sin quemarme me quema.

   Así comenzaba un conjunto de poemas cuajados de los más sutiles sentimientos. Por otra parte comenzaba un calvario para ella, pues sabía que no se mostraba auténtica y transparente.  Se siente falsa e indigna de pertenecer a la orden.
    Después de muchas horas de meditación y de noches enteras de angustia, se decide a confesar a la madre, lo que la tiene turbada.
   Jamás había sentido tanta vergüenza. Era, como desnudarse delante de alguien, para quien todo tu interior está lleno de defectos. Fue una jornada nefasta e inolvidable. Camelia tuvo que oír críticas muy duras y reproches que en su momento sentía cómo  le quemaban por dentro. Con el tiempo y la distancia llegó a desprenderse de ese sentimiento de culpabilidad, pero cuando salió de aquel despacho, tenía la sensación de que su vida estaba destrozada.
    Disponía tan sólo de unos días para abandonar el convento si no recapacitaba y se sometía a una serie de penitencias que le permitiesen seguir en la orden, pero sin tener la encomienda a la que estaba dedicada actualmente.
    No podía pensar con claridad. Si se quedaba, no iba a poder seguir haciendo su labor, pero si se marchaba…. ¿qué iba a ser de ella?, ¿dónde iba a encontrar  un hueco en una sociedad de la que había estado apartada media vida?
   Tuvo que sacarle partido a esos escasos días de los que disponía para organizar  su salida del convento. La visita de su hermano atendiendo a su llamada, no ayudó en nada a que se sintiese un poco arropada. Por el contrario, este no tuvo inconveniente en mostrarle la contrariedad y el problema que suponía la vuelta de Elena al hogar familiar.
   Era la casa de sus padres, pero al estar ella en el convento, su hermano había dado por hecho que era él, el único beneficiario y, junto con su numerosa familia, la disfrutaba y la llenaba. No había sitio para más gente.
   Por otra parte, le reprochaba que se hubiese aislado de los problemas a los que él había tenido que hacer frente durante todos los años que había permanecido apartada de todo. Había mucho resentimiento en sus palabras.
   La salida del convento era el reverso de lo que había sentido el día que entró. Toda la paz que la envolvió cuando atravesó esa puerta hace veinticinco años, se convirtió en un cúmulo de inquietud, temor, recelo e inseguridad que le atenazaba las ideas y le impedía pensar con claridad. Solamente tenía algo a lo que aferrarse con todas sus fuerzas: sus poemas. Los utilizaba como oraciones y los iba rezando. Era el pulmón que le permitía respirar y liberarse de la angustia que la ahogaba.
    Los días que siguieron fueron casi más traumáticos. Tuvo que enfrentarse a la indiferencia de unos familiares a los que casi no conocía, con el agravante de que su llegada suponía que tenían que compartir con ella lo que había pertenecido a sus padres.
    Después de varias gestiones, en las que tuvo que ceder y conformarse a recibir lo que estaban dispuestos a ofrecerle, se despidió por segunda vez de sus débiles raíces con la sensación de que ya no quedaba nada que le retuviese en el lugar donde nació, pero ¿existía algún lugar donde hubiese algo que le pudiese dispensar un ápice de acogimiento?.
   No conocía nada del mundo. Las clases de geografía le permitían situar un lugar en el mapa, pero desconocía por completo cómo se vivía en otro sitio que no fuera su pueblo, su entorno. Un pueblo de Castilla, de donde nunca había salido.
   Y nunca había visto el mar. El mar…  Ese fue el detonante. Ese pensamiento fue el motor que le permitió proveerse de un atisbo de ilusión. ¡Cuánto tiempo hacía que no sentía algo parecido!.
   Sin haberlo visto, ya intuía que iba a despertar en ella nuevas emociones. Se tenía que acostumbrar a darse permiso para dar rienda suelta a sus sentimientos.
                                 ::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

   Subir a ese tren representa soltar lastre y al mismo tiempo, agarrarse a un cabo de esperanza.    
    Después de un trayecto más corto de lo que apuntaba el panel de la estación, llega a su destino. Es mediodía. Tiene la dirección de un hostal que le habían facilitado en una agencia, pero lo primero que hace es seguir su instinto. Tiene que ser calle abajo donde dirigirse para encontrarlo.
   De  momento descubre que ya no tiene frío. A la temperatura más cálida de este lugar, hay que añadir la emoción que siente. Va cargada con una voluminosa maleta, pero no le pesa. Se siente ligera como si todos sus pesares se hubiesen quedado en el andén de la estación de origen.
   Sus sentidos comienzan a alborotarse. No sabe cómo es posible, pero ya lo respira y en su piel siente la caricia de una brisa desconocida para ella. Cuando ve aquella imagen ante sus ojos, tiene la más absoluta convicción de que ese es el lugar donde ella quiere respirar, sentir, escribir, amar y vivir:
   EL MAR.
    Sentada sobre unas rocas permanece aislada de todo lo que ha dejado atrás. Pierde la noción del tiempo y, al cabo de unas horas, se sorprende sintiendo una sensación extraña. Se supone que debe estar desmayada pues recuerda que no ha comido en todo el día, sin embargo el paisaje que tiene ante sí, ha alimentado tanto su estómago como su espíritu. Se siente cargada de energía.
    Ha llegado el momento de luchar por encontrar el sitio donde resguardar sus vivencias.
    Lo primero que tiene que resolver es su futuro económico. Sus pertenencias le van a permitir salir adelante por una temporada, pero una temporada corta.
    Esa noche queda sumida en un profundo sueño bastante reparador. A la mañana siguiente, el amanecer llega provisto de una idea que la mantiene ocupada todo el día: se siente capaz de poder trabajar como ayudante en algún negocio que se dedique a la repostería, pues no en vano había estado muchos años elaborando las famosas pastas del convento. Deja su dirección en varios sitios, se arma de paciencia y se dispone a esperar.
    Van pasando los días. En algún momento siente preocupación por la ausencia de llamadas, pero su tiempo está tan lleno de nuevas sensaciones que casi agradece poder disfrutar de todo lo que está descubriendo.
    Es un mundo nuevo, un año nuevo, un siglo nuevo. Ella misma es una persona nueva. Se siente envuelta en los festejos de fin de año. En el hostal organizan una cena especial en la que todos celebran la llegada de esa nueva etapa. Es nueva para todos, pero sobre todo para Elena. Se siente como si le hubiesen puesto una alfombra roja para recibirla en su nueva vida.
   Unos días después, por mediación de la dueña del hostal, entra a trabajar en un despacho de pan con posibilidad de ayudar en el obrador.
   Poco a poco empieza a sentirse arropada por todo lo que le rodea. Sus jefes, un matrimonio algo más joven que ella, la acogen con mucho agrado. Están encantados de ver los conocimientos que aporta. Luego está el trato con los clientes. Jamás hubiese imaginado que podría sentirse tan resuelta y tan cómoda hablando casi todo el día.
    Por la tarde, cuando termina su jornada, se recoge en el silencio de su habitación y desgrana sus más bellos pensamientos sobre el papel.
   Un día, envió un poema a una revista y cuál sería su sorpresa cuando, aparte de publicárselo, le contestaron invitándola a que enviase más. Así se creó una correspondencia cuyo intermediario, Tomás, el cartero, es testigo de los destellos que iluminan la cara de nuestra reconocida escritora cada vez que recibe alguna carta. Él se siente, de algún modo, un poco el causante de esas muestras de alegría.
    Ella le atribuye a él, el mérito de ser el portador de esas ráfagas de ilusión y poco a poco se ve envuelta en un sentimiento extraño, nuevo, pero no desconocido. Le es muy familiar esa sensación.  Tomás es un hombre afable, tranquilo y de sonrisa amable. Elena se siente ruborizada cuando le reconoce como protagonista de sus poemas. Y no tan solo de los que está escribiendo actualmente. Es como si lo reconociera en aquellos primeros versos que, sin saber cómo, se habían colado entre las cuatro paredes de su celda.
    Aquel sentimiento de culpabilidad se fue diluyendo y se ha convertido en una sintonía que les acompaña en esos largos paseos por la orilla de la playa y en esas tardes en las que Elena va leyendo sus poemas ante la mirada cálida de Tomás.
    Ella puede ver, ahora, las caras de las personas para las que hace sus dulces y puede mirar a los ojos a la persona para la que escribe sus versos.

                                                 En mi largo deambular,
                                                    allí donde nunca fui
                                                  sé que acabo de llegar.
                                                                                    Elena     
                                                                                           
                                                                         Marisol - Junio, 2012                                     
         
PALAU DE LA MÚSICA DE VALENCIA
VIII FESTIVAL DE CIUDADANOS MAYORES
DE LA COMUNIDAD VALENCIANA
30-9-2012
Un día inolvidable en muy buena compañía.

martes, 2 de octubre de 2012

ZAPATILLAS



   ¿Se puede sentir amor
mirando unas zapatillas?
¿y un pijama? ¿puede ser?.

   Pues claro que sí porque
no por sí solas lo valen
pero si alcanzas a ver
quien luego va y se las pone,
como que te pone bien.

   Si empiezas a recordar
los momentos importantes,
los ratitos de placer
y más cosas innombrables,
pues que sin saber por qué
te dan ganas de besarlas,
pero me reservaré
para cuando venga el dueño
y vaya a meter el pie.
                               Marisol, 27-10-11

domingo, 30 de septiembre de 2012

PACES





   El llegó,
la peinó con su sonrisa.
Ella acarició su pelo;
fue como si la mañana
despejara sus desvelos.

   Volviendo sobre sus pasos
la sorprendió con un beso,
los dos susurraron algo.

  Ella dijo:
que el rencor no sea mi dueño.

Flotó en el aire una duda,
se diluyó con el viento,
los dos dijeron que sí,
volver a empezar. Sí quiero.
                                     Marisol, 6-7-12

miércoles, 19 de septiembre de 2012

DE NUEVO... SEPTIEMBRE



   Y otra vez llegó septiembre
con su languidez, su calma,
con esos destellos tenues
navegando sobre el agua.

   El mar que se reconcilia
en su meta con la playa.
   Vuelve de nuevo el sosiego,
el candor de las mañanas
y suaves atardeceres
peinan la arena dorada.

   Atrás se queda el estío,
su júbilo, su arrebato,
el eco de mil suspiros
dormidos hasta otro año.

   Pero aun así, la canción
sigue su pauta sonando,
las olas vienen y van
acariciando mis pasos.

   Dicen que me esperarán
y yo les prometo algo:
   sé que pronto volveré,
necesito respirar
y envolverme con su canto.
                                Marisol, 2-9-12

martes, 4 de septiembre de 2012

MONSERRAT
















Mis pies siguen los dictados de mi alma,
un suspiro se me escapa
y acude a buscar cobijo
en los riscos,
repliegues de la montaña
impregnada de emociones,
de paz, de mil sentimientos,
de fe, de intención pagana.

   Picaporte de sentidos
que flotan a cuatro vientos.
   Una oración, un quejido,
una ilusión, un lamento.
   Un simple voy, miro y veo,
un continuo me santiguo,
un cálculo, un sacacuentas,
mejor no, ¡qué escalofrío!.

   Pero ante todo hay un qué
que despierta mis sentidos:
la madre naturaleza
que me adopta como hijo.

   Me reconozco una nada
en medio de esa grandeza
donde rezuma el amor
de las piedras por el monte,
del horizonte hacia el sol,
por su fe, aquel peregrino,
las monjas, su devoción.

   Respiro profundamente
para poder inhalar
ese conjunto de gracias
para reforzar mi paz.
   Me llevo más equipaje
a la vuelta que a la ida
y me voy con gratitud
por sentir que formo parte
de ese todo, de la vida.
                               Marisol, 9-8-12  

lunes, 27 de agosto de 2012

Y VUELTA A EMPEZAR




   Maldito despertador;
en un mes no emitió llanto
pero no se le olvidó
recordar que ya llegó
el día del desencanto.

   Y vuelta a darle al manubrio
porque no hay otro remedio,
y dando gracias de que
no nos falte el “refrigerio”,
porque, según van los tiros,
de lo malo, esto es lo bueno.

   Así es que estamos aquí
“pa” que venga lo que venga,
que seguro que la prima
nos va tocando a la puerta.

   Al mal tiempo, buena cara,
¡qué narices! ¡a currar!,
que más vale madrugar
que el ganduleo en la cama
por no tener que hacer nada,
ni siquiera trabajar.

                            Marisol, 27-8-12

sábado, 28 de julio de 2012

UNA ARDILLA




   Una ardilla corretea
por la Plaza Castelar.
-Ese chiquillo me mira,
¡ay!, no sé lo que debo hacer,
menos mal que hay cerca un árbol
por si tengo que correr.

   ¿Y ese grupo que platica
removiendo los bastones?
   Por la forma en que se mueven
no sé yo sus intenciones.

   A ver si el de la pelota
que juega con esa niña
se aparta y así me arrimo
para coger una piña.

   Y luego voy a buscar
a mi amiga, a ver si atino,
según creo recordar
estaba en el quinto pino.

   A correr, a trepar voy,
   A correr, a trepar va.
   Voy detrás de mi amiguita
por si la puedo alcanzar.

   ¡Vaya, vaya!, qué buen sitio
que es la Plaza Castelar.
                                         Marisol, 26-2-12

BOLÓN Y LORENZO

                                                                         
   Lorenzo se fue a dormir
y rezagadas quedamos,
luciérnagas de artificio,
queriendo alargar el tiempo,
cantando y contando cuentos
al límite del solsticio. (23-6-12)



   Pijama cuarto creciente,
salpicadito de estrellas,
nos arropa cuerpo y alma
e ilumina el duermevela.



   Convertidas en orugas
aguardamos la mañana,
la alfombra de luz del valle
pierde el fulgor y se apaga.


 Y con el amanecer
la metamorfosis danza
al son de nuevos destellos
y, otra vez, Lorenzo manda.
                            Marisol, 25-7-12

SOLEDAD



   Él se quedó en el camino
en un tercio de una vida.
   Ella, dos tercios siguió
pero sola en la agonía.
   Él no quería marchar,
le empujó la insigne dama,
aquella que alza con brío
un adiós y una guadaña.

   ¡Qué frío quedó su lecho!
¡qué helada quedó su alma!
sin aquel que en sus desvelos
la cubría y la mimaba.
   ¿Dónde encontrar el consuelo?
¿en la oscuridad, la nada?

   Todo quedó en el vacío,
solo el abismo desgrana
un manojo de suspiros
de soledad empañada.

   Toda de negro pasea
su tristeza por la plaza.
Velo de manto que envuelve
mirada oscura y velada.

   ¿Cómo se puede luchar
cuando no se tienen armas?
   Solamente un corazón,
que atenaza su garganta,
pugna con débil aliento
para hacer volar sus alas.

   Y aquella fuerza que surge
de donde no había nada
 le hace seguir un camino
de dolor y de templanza.

   El tiempo, curando heridas,
va desplegando mañanas
y por cada amanecer
brota una luz de esperanza.
                                 Marisol, 24-7-12

MI ESPACIO




    Una parte de mi ajuar
es mi jardín, mi parcela,
espacio casi termal,
es mi coto, mi vereda.
   No dejaré a nadie entrar
y yo no pienso salir;
es mi refugio, mi paz,
mi tesoro, mi desván,
mi baúl de fantasía,
mi sustento, mi tristeza,
mi atardecer, mi alegría,
mi noche, mi aurora, día.
   Es mi pequeña grandeza
que me llena, que me inspira,
me da fuerza y me da todo
y sobre todo…. la VIDA.
                            Marisol, 24-7-12

martes, 24 de julio de 2012

LA BATALLA




Ilustración: Octavio Ocampo


 Ese calor, ese fuego
que no quema pero abrasa,
que me sube por adentro,
que me hace bajar la guardia.

   No sé qué será, qué empeño
le pones a esa batalla
pero la ganas conmigo
y no me importa librarla.

   Igual que dos enemigos
defendiendo su muralla,
queriendo alcanzar la almena
de su rival, y tomarla.

   Yo me rindo a tus ataques,
tú te rindes a mis armas,
nos dejamos envolver
por tan bélica demanda.

   Vencedores y vencidos,
     no pierdo, siempre me ganas.

                                          Marisol, 5-7-12

VOLVERME A ENAMORAR



   Necesito renovar
mi tú, mi yo, nuestro cielo,
que afloren nuestros deseos
y volverme a enamorar.

   En cada nueva estación,
tengo que subirme al tren,
no me basta recordar
aquello que un día fue.

   Tengo que desempolvar
algún recuerdo, una idea,
me las tengo que ingeniar
para convertir en nuevas
las ilusiones de atrás.

   Y volverme a sorprender
y descubrirte, admirar
con ojos nuevos tu estampa,
tus andares, tu mirar.

   Volver a sentir la magia
y volverte a reinventar,
que tus ojos me descubran
y poderte cautivar.

   Sentir que prende la llama
y volverme a enamorar.

                        Marisol, 9-6-12

ME GUSTA




     Me gusta velar tu sueño,
encontrarte en la mañana,
sentir que soy tu desvelo,
envolverme en tu mirada.

   Saber que sientes mi frío,
notar tu calor, tu llama,
abrigarte en mis adentros,
acurrucarme en tus alas.

   Descubrir que soy tu cielo,
comprender que eres mi calma,
volar en tu pensamiento,
tenerte al romper el alba.

                                 Marisol, 21-5-12

LA NIÑA



   Desde arriba y a lo lejos
vi mi juventud corriendo,
la llamé, no me escuchó,
de mí se fue desprendiendo.

   Se me quedó tal tristeza
cuando lo pude entender
que pensé que ya era el fin,
que todo lo iba a perder.

   Y de pronto me inquieté
porque noté algo por dentro
que se alborotó, quizá,
rebelándose al momento.

   Cuando acerté a divisar,
casi que no daba crédito:
había una niña pequeña
que me miraba en silencio.

   Y cuando le pregunté
quién era y qué pretendía,
me contestó: respirar,
que me mantengas con vida
o ¿es que te vas a rendir
y rechazar la pasión,
la alegría de vivir
y jugar con la ilusión?

   De momento me turbé,
no le supe contestar
pero cuando vi sus ojos
que luchaban por brillar,
le dije: ¡dame la mano!
que ni te dejo escapar,
ni que duermas en silencio.
Vamos juntas a jugar
que no hay que desperdiciar
aquello que llevo dentro.
                                    Marisol, 19-7-12

lunes, 23 de julio de 2012

MUSA



   No sé bien qué me inspira,
es una extraña trama,
la formo en mi pupila
pero después no hay nada.

   La envuelvo entre suspiros,
me da y me quita calma,
me arrulla en mis desvelos,
mi soledad desarma.

   Es la magia la musa
que me alimenta el alma.

                                  Marisol, 14-7-12

NOCHE EN BOLÓN




   Una noche en el cielo
con alfombra de oro,
con cascada de plata
que acaricia mi pelo.

   Dosel de mil estrellas
adornando mi lecho
y la luna moruna
acunando mis sueños.

   Qué sencilla es la gloria,
qué grande es lo pequeño,
qué suerte descubrir
y sentir lo que siento.

   El latir del silencio
de varios corazones
esperando respuesta
del amanecer nuevo.

   Coronando la vida
una nueva mañana,
afianzando esperanzas,
el sol, la paz, el cielo.

                             Marisol, 12-7-12

miércoles, 18 de julio de 2012

VEINTE PASOS



   Hay tan solo veinte pasos
de tu ventana a la mía
pero enredan la intención
hiriendo con sus espinas.

   Tú me sientes, yo te siento,
nos sabemos, nos notamos
pero nunca veinte pasos
fue un abismo tan lejano.

   Si tú los das, sientes miedo
de lanzarte, de cruzarlos;
si los doy, temo encontrar
que no me extiendas tu mano.

   Veinte pasos nos separan,
son tan solo veinte pasos;
si tú avanzas solo diez,
el resto yo los avanzo.
                                 Marisol, 5-6-12

NI FU, NI FA



   ¿Recuerdas cuando venías
a beber agua a mi fuente?
   Un día, con el botijo
te diste un golpe en la frente.

   ¿Recuerdas cuando venías
a cantar a mi ventana?
   Alguien echó un jarro de agua
y se te caló hasta el alma.

   Otras veces me obsequiabas
con una gran ramo de rosas.
   Un día salió una avispa,
te picó en no sé que cosa.

   Otro día me dijiste
que era tu luna y tu cielo.
   Luego estuve tres semanas
en  las que no te vi el pelo.

   Y es que giras como el viento,
no sé si vienes o vas,
lo mismo estás muy atento
y en el siguiente momento
das media vuelta y te vas.

   Aclárate si te aclaras
o no te aclares jamás
que, con tantos contratiempos,
a mí, tú, ni fu ni fa.
                            Marisol, 22-5-12
                                     

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