sábado, 14 de enero de 2012

LAS MENINAS


                                                           
   Según Luca el pintor,
Giordano para más señas,
no tuvo ninguna duda
en catalogar la obra:
“teología de la pintura”.
   La primera vez que fui
a visitar el museo,
al entrar en esa sala
quedé clavada en el suelo.
Era un lujo contemplarla.
   Después, en otros viajes,
cada vez que iba a Madrid,
era visita obligada
ir a ver a Las Meninas.
Eran como aquellas primas
que te gusta visitar.
   Un buen día, de regalo
llegó una lámina a casa;
la enmarcamos, la colgamos
y claro, de vez en cuando
me sentaba y la miraba.
   Teniendo tanto contacto
aumentó la confianza;
ya no solo eran la corte,
eran Felipe y Mariana
y poco a poco te enteras
de lo que en la escena pasa:
   María Agustina Sarmiento
que es una de las meninas
se dirige a la infantita:
   -Margarita, por favor,
debéis tomar la poción,
pero no me lo neguéis
porque si no la tomáis
tendré que dar parte al rey-.
   Y la infanta le responde:
¿Parte dices?, no por Dios,
que se la tome enterita.
Con el armazón de pie
y lo que aprieta el corsé
no me la puedo tragar.
   -Venga, venga- le replica
la otra menina Isabel
-que no será para tanto,
pues yo que llevo otro igual
sí que me puedo mover-.
   -Claro- masculla entre dientes
Maribárbola, la enana.
 -Si tú te puedes mover
será porque estás tan flaca
que no hay nada que apretar
por debajo de la falda-
   ¡Venga ya!
-Se anima Nicolasillo-
¡A ver si empieza la juerga!:
Anda chucho, da un ladrido.
Y el pobre perro paciente
no se inmuta, sigue inerte:
   “El niño, con la patita
me está destrozando el lomo.
Si me aprieta, me lo como,
más no me puedo mover
porque si Diego se enfada
me tira del aposento.
Para salir en la foto
a ver luego cómo entro”.
   Un poquito por detrás
y tirando a la derecha,
la dama Marcela Ulloa
le comunica a un sirviente:
   ¡Estate atento, por Dios!
pues este chiquillerío
si se empieza a alborotar
no sé D. Diego Velázquez
como se lo va a tomar.
   Y Diego, aguantando el tipo
porque se quiere centrar
en sus altezas los reyes
que es lo que intenta pintar.
   Y allí están, igual que Alicia,
Maravillas del espejo
que quedan tan a lo lejos
que no sé si dicen algo.
Aunque ahora que lo pienso
si no se mueven de allí
es porque quieren salir
bien centrados en el lienzo.
   Mientras tanto, José Nieto
desde el quicio de la puerta
contempla toda la escena
sin saber bien lo que ve,
pues comprende casi todo
pero no llega a entender
a quién se le hace el retrato:
a los reyes, las meninas,
al perro o al del pincel,
que por cierto ¡vaya artista!,
no se recata en plasmar
a un pintor de unos cuarenta
cuando en realidad, tener,
lo que se dice tener,
pasa siete de cincuenta.
   Pues estas apreciaciones
las he podido sacar
al cabo de mucho tiempo
de mirar y remirar.
   Para lo que no hizo falta
que pasara ni un segundo,
fue para reconocer
cómo me cautivó el cuadro.
   Ese destello de luz
que atraviesa las ventanas,
que irrumpe desde la puerta,
que envuelve toda la sala
le da vida, calor, aire,
armonía en su conjunto.
Lo hace humano, regio, frágil,
cotidiano, fiel, profundo.
   Diego da Silva Velázquez
tuvo ingenio, genio y arte
para saber conjugar
una escena de la corte
donde el que contempla es,
a su vez, el contemplado.
   Y la frágil sutileza
candorosa y femenina
que representa la escena
le da nombre: Las Meninas.
                                Marisol, 1-10-11

1 comentario:

  1. Magistral Marisol!!, felicidades me ha encantado y si te tengo que seguir contando es un cuadro que siempre me ha fascinado, ahora con tu ingenioso saber me ha aumentado la curiosidad de las famosas Meninas y la inigualable luz que plasma en el lienzo nuestro famoso Velazquez.
    Besos, Pilar

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