La otra noche vi llover
y no sé si estabas tú.
Tal vez sí, mas no importaba,
solamente era la lluvia,
querida y esquiva dama,
por tiempo tan deseada
negándose a aparecer.
La otra noche vi llover.
Su frescura acariciaba,
con gotas destartaladas,
la desazón de mi sed,
pero, con gran timidez,
lentamente y con esmero
enjugó su suave llanto,
hizo mutis por el foro,
desapareció en silencio
y se diluyó el encanto,
pero sí, no lo soñé,
la otra noche vi llover.
Marisol, 3-9-14
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