Estaba dulce aquel beso
que hizo amargo mi café.
Estaban tenues sus ojos
y en ellos me derramé.
Y aquel murmullo del agua
con un son de bienvenida
me auguraba unas mañanas
vestidas de buenos días.
Y recordar, retener
instantes, ya, del olvido
que quieren retoñecer
y adornarnos el camino.
No seré yo quien me aparte
de lucir con galanura
cualquier brote de esperanza
que sirva de compostura
para mantener la llama,
la ilusión y la ternura.
Marisol, 29-7-14
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