Ese arrullo
me lame la herida
de alguna tristeza,
me acerca palabras,
me endulza el oído,
me rasca la espalda
justo en ese punto
donde tan siquiera
sueño con llegar.
Me atiza el rincón
donde duerme la dicha,
me llena el vacío
que me hace llorar.
Me sopla en la oreja
un nuevo suspiro
que avienta y me aleja
de mi soledad.
Qué bien que me acuna
el arrullo certero
que mece mis sueños
como siempre… el mar.
Marisol, 10-1-15