lunes, 20 de febrero de 2012

EL CASTILLO DURMIENTE




  En un país muy lejano
había un castillo remoto
con remotos soberanos,
una princesa remota
y unos remotos vasallos.
    ¿El problema?: que dormían
un año tras otro año.
Y claro, cualquiera piensa
lo del hada maleficio,
lo de la rueca, el pinchazo.
     Pues no, que va a ser que no,
que no ocurrió nada de eso.
Sólo fue que se durmieron.
Alguien pensó que bebieron,
mas la cogorza se pasa.
     Pues lo de estos fue una siesta,
pero una siesta tan larga
que ya van para tres años
y que no se despertaban,
ni en invierno ni en verano.


     Un buen día se acercó 
a las puertas del castillo
un apuesto jovenzuelo.
-¿Será un príncipe?- dirán;
pero no, no se imaginan:
         ¡¡era el cobrador del frac!!
    Y es que había unos asuntos
desde un condado vecino
por el tema de unas tierras
que dejaron de pagar.
   Claro, como están durmiendo.
   Cuando vio los matorrales 
que trepaban por la puerta
se tuvo que remangar
para poderlos quitar.
   Por fin entró en el castillo
y buscando y rebuscando
se encontró con la princesa.
   Al verla, solo pensó:
pues no es ninguna belleza
pero no pudo evitarlo,
sintió ganas de besarla
y cual sería su sorpresa
cuando ésta se despertó.
   Ya despierta y con sonrisa
como que sí mejoraba,
al muchacho le gustaba 
y se gustaron los dos.


   Ahora tenía que arreglar
el problema de la deuda
porque no debía olvidar
que el haber ido hasta allí
fue tan solo por cobrar.
   ¿Qué hacemos?, ¿los despertamos?
con lo a gustito que están,
remover todo el castillo;
quita, quita, ya verás:
nos acostamos juntitos,
nos dormimos y a soñar.


   Y así van para diez años.
-¡Qué vidorra!- pensarán.
   Pero yo no les envidio,
pues aparte de soñar
a mí me gusta vivirlo.
¡Pues a donde va a parar!.
   Y aquí termina la historia
de durmientes y demás
que, colorín, colorado
no se quieren despertar.
                             Marisol, 15-9-11

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