Ilustración: Joaquín Sorolla
La tildaron de perfecta
y no lo era.
Dejaba volar al viento
un deseo, el capricho
de un travieso pensamiento
traspasando unas barreras.
Y es que esa, parecía
ser la única manera
de salirse del redil.
Detestaba
situarse en los extremos;
y rayar la perfección
era un insolente exceso.
Y no, no estaba dispuesta.
Nunca fue muy partidaria
de mostrarse radical.
Aun así, era alabada
por su impecable apariencia.
Y no, no tenía pecado,
pero sí algún sentimiento
que le invitaba a bailar
al filo de una maldad,
mas solo de pensamiento.
Menos mal.
Así solía esquivar
cantares de aburrimiento,
y al ser solo por pensar,
penitencia no ha lugar,
tampoco arrepentimiento.
Marisol, 14-11-13
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