—¡Hola, ola! —
por
respuesta
un
pellizco refrescante.
—¡Hola, ola! —
y
de nuevo,
pamplina
requetefría.
—¡Hola, ola! — la tanteo
con
un poco de recato,
pues
los pies se me congelan
por
la ausencia de zapatos.
—Hola, dime,
tardabas en visitarme.
—Hola, ola,
por
fin lo remediaré.
—Hala, venga,
regálame dulces pasos
que, con frescura de mayo,
con gusto, masajearé.
—Ola, venga,
solo
un saludo cercano,
que
otro día, en un buen baño,
con
gusto, te abrazaré.
Marisol, 4-5-14