Me enamoré de una ausencia,
tomó forma en mi tejado,
con parte de mi colada
le puse camisa y sayo.
Lo vestí con mil suspiros
lo adorné con mi entusiasmo
y su rostro lo monté
tomándolo de prestado.
Poco a poco tomó voz,
pero no propia, alquilada,
y claro, de aquí y de allá,
en la perfección rayaba.
Y de pronto, tomó vida,
ya por sí solo marchaba
y de lo que imaginé
resultó nada de nada
Marisol, 3-4-12