domingo, 22 de abril de 2012

CAPERUCITA MUY ROJA



   Érase una vez, no hoy
una niña muy pequeña,
no la niña de Rajoy,
ésta está más a la izquierda.

   Con su caperuza roja
se pasea por el prado
y llevando unos pasquines
en un cestito colgado,
no es de extrañar que algún “lobo”
le salga y le corte el paso.

   Al preguntarle el destino,
la pobre, dando un rodeo
dice que va de paseo
pero el lascivo animal
sabe muy bien dónde va
pues lo de la abuela, todos
lo sabemos por el cuento,
así es que raudo y violento
se dirige hacia el hogar
de aquella pobre ancianita
que, en su cama y con dolores,
por su nombre Pasionaria
todo el mundo la conoce.

   Cuando el lobo, franco y hosco
le fue a lanzar un mordisco,
la pobre anciana, veloz,
tuvo que huir al exilio
y claro, cuando llegó
nuestra amiga caperuza
se encontró imagen atroz,
pues el bellaco en cuestión,
se disfrazó como pudo
de su víctima “pasión”.

   La candidez de la niña
vestida toda de rojo
hacía que al impostor
se le saltaran los ojos.
   -¡Qué ojos más grandes que tienes!-
le apuntaba con pavor.
   -Son para verte mejor-
sin apartar la mirada
  de la cestita en cuestión.

   Si intentaba sonreír
los dientes se le afilaban
y la pobre caperuza
de nuevo le preguntaba:
-¿Y esa boca tan grandota?-
-¡Para gritar sin parar
que te pongas de otro tono!
¡no lo puedo soportar!-

   Y cuando por fin clavó
sus armas sobre la niña,
tras un grito de pavor,
apareció de repente
un valiente cazador.
   No era viejo, ni chiquillo.
Cuando se quitó el sombrero
se le parecía a Carrillo,
con un poco más de pelo.
   No le llegó a disparar
al tirano y vil sujeto,
menos mal porque aun así
hubo sus más y sus menos.

   Con el tiempo se salvaron
todas las desavenencias
pero la pobre niñita
de tal susto no creció
y para siempre quedó
como aquella niña roja
que con su caperucita
al lobo escandalizó.

   Después, claro, con los años
todo se puso en su sitio
aunque a veces se trastoque
y aparezca el maleficio.
   Confiemos en el futuro
y al recordar esta historia
que vuelva a nuestra memoria
el gran dolor e infortunio.
   Sin olvidar el pasado
terminaremos el cuento,
que ahora no es impedimento
hacer alusión al rojo
con colorín colorado.
                                         Marisol, 12-3-12

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