Y lloro como una niña
cuando le veo.
Con cincuenta primaveras
que separan los deseos
que un día nos enlazaron.
Y se alborota mi calma,
y se ensombrece mi cielo,
pero suenan las campanas
que proclaman un recuerdo.
Un roce de su mejilla
al son de un baile en silencio,
una mirada repleta
de ciento y un sentimientos.
Y sin darnos, nos lo dimos
aquel beso
que se quedó suspendido
en un deseo.
Y seguimos dos caminos,
buenos caminos y opuestos,
y se fueron diluyendo,
poco a poco, los recuerdos.
Pero el azar nos regala
de vez en cuando un encuentro
donde un cruce de miradas
puede proclamar al viento
que no se llegó a apagar
la llama que prendió dentro
de ese par de corazones
que, aun estando separados,
van latiendo al mismo tiempo.
Marisol, 4-10-16