Pulsaciones, en descarga,
de
unos dedos manejados
por
los resortes del alma.
Acarician sigilosos,
danzarines,
candorosos,
ese
sexteto de juncos
que
atraviesan la cintura,
buceando
en las entrañas,
regalando
sentimientos
que,
en la noche, nos embargan.
Dice bien aquel que dice:
“de
madera son los versos,
los
versos de la guitarra”.
Marisol, 22-7-14