El llegó,
la peinó con su sonrisa.
Ella acarició su pelo;
fue como si la mañana
despejara sus desvelos.
Volviendo sobre sus pasos
la sorprendió con un beso,
los dos susurraron algo.
Ella dijo:
que el rencor no sea mi dueño.
Flotó en el aire una duda,
se diluyó con el viento,
los dos dijeron que sí,
volver a empezar. Sí quiero.
Marisol, 6-7-12
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