Y con sutil carcajada
la luna puso voz a una intención
que en silencio provocaba
a esos titubeantes cuerpos
que luchaban por acortar,
alargar una distancia
que prometía ser fuego
si no anulada.
Y la noche despertó
pensamientos que danzaban,
contoneo de pasión
que alimentaba
un deseo, una ilusión
y un te quiero prometido
aun sabido rechazado,
pero dicho con el alma.
Y la noche se cerró
al cerrarse aquella puerta
que vencía y desarmaba
un impulso de intención
que aquellos labios sellaban.
Luego, un saludo, un adiós,
un quizás hasta mañana
aun deseando que no,
que aquella luna acallara
con una sutil sonrisa,
aquel fuerte fogonazo
llegándolo a convertir...
en nada.
Marisol, 11-11-18